Perdonad que, como siempre se me olvida que me toca escribir, gracias a Joaquín que diligentemente me lo recuerda cada vez. Hoy, ¡gracias a Dios!, no voy a comenzar con ninguna anécdota de la parroquia, pues el tema del que nos habla el Señor es demasiado serio.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del que los provoca!

Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.

Parece que la Iglesia se ha convertido en sinónimo de escándalo, y encima con los más pequeños en pecados asquerosos, repugnantes y de mente enferma. Estos días veíamos a los obispos y sacerdotes de Francia en Lourdes, de rodillas, pidiendo perdón. Se ha hecho en la Iglesia una legislación clara y contundente frente al tema de los abusos como creo que en ninguna otra institución. También me parece bien, aunque mejorable. Lo que ya no me parece tan bien es que parece que se ha convertido en un pecado institucional, y los pecados cuando se disuelven en la organización parece que pierden su gravedad en la persona.

Jesucristo no puede ser más claro: ?Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar?. Para echarse a temblar y no parar. Se nos ha olvidado el juicio de Dios. No sólo nos enfrentamos a perder el modo de ganarnos la vida, sino a lo que la Biblia llama la ?muerte muerta?, la condenación eterna. Se ha perdido el temor de Dios, en su sentido más literal, y se ha sustituido por el miedo a la justicia humana -aunque sea eclesiástica-, que termina muchas veces en un ?a ver si no me pillan?.

Muchas veces decimos que el Señor hará justicia a los más pequeños, pero no nos lo creemos de verdad. Está muy bien decirlo por los pobres, pero no por los pecados personales.

Como nos pide el Papa en la exhortación Apostólica ?Gaudete et Exultate? hay que recuperar el afán de santidad, no sólo de ser bueno ni de parecerlo. Pero también hay que recuperar el miedo a nuestra propia fragilidad, la necesidad de la mortificación y la ascesis que, poniendo su confianza en Dios y en su gracia no se fía de ?este cuerpo de muerte? y el que se crea seguro cuidado no caiga. Ya sé que puede parecer humillante, pero me hubiera gustado ver menos proclamas de condena y más lágrimas en los abusadores?, sólo el que se humilla será enaltecido. Creemos en el perdón de Dios al que de verdad se arrepiente.

Y no sería justo si terminase este comentario quedándome sólo en los escándalos por abusos sexuales. Lo mismo digo para los que escandalizan proponiendo otra doctrina que no es el Evangelio, los que promueven el aborto y la muerte, los que cometen sacrilegios con Cristo Eucaristía, los que roban a los pobres y confunden a los fieles.

Bajo el manto de María no vamos a tapar los pecados, vamos a ponerlos en la Cruz para que Él, que cargó con todos, los perdone y hagamos penitencia. Hace falta más santidad en todos. A rezar.