En «Historia de un alma» se encuentra, en mi opinión, una de las páginas más hermosas de la literatura espiritual, aquel momento en el que Santa Teresita descubre que su vocación es el Amor. En un momento, el más provocativo para mí dice así: «Pero sobre todo, quisiera derramar por Ti hasta la última gota de mi sangre».  En esta expresión recoge su deseo profundo en entregar la vida por amor, su deseo de martirio. Casi al escribirlo me siento violento porque en la tibieza de mi entrega al Señor no creo que puedan mis labios pedir con determinación ese don, incluso, mi mente busca los recovecos por los que esta afirmación es más una locura que una muestra de amor.

El martirio, el testimonio definitivo, la entrega de la vida terrena, hoy nos parece algo de otro mundo, de otra época. De hecho si han visto ustedes la película Silencio de Scorsese, los triunfadores son los que han permanecido fieles en el fuero interno, no los que entregan la vida… prefiero Un Dios prohibido, en la que se recoge una de las muchas historias dramáticas, terribles de la persecución religiosa en España, la de los claretianos de Barbastro o, aunque de ellos no hay película, la historia de los mártires agustinos del Escorial, que arrancados del Monasterio murieron en Paracuellos del Jarama. A todos ellos conmemora, más de 4.000 han sido ya beatificados, espero que con orgullo, la Iglesia en España.

El Evangelio propuesto en esta conmemoración es aquel, en el que se nos recuerda, que el que no se puede ser fiel en lo mucho, sino se es fiel en lo poco. Si no somos fieles a su recuerdo, ¿cómo vamos a poder entregar la vida?. A veces pienso en aquella expresión de Tertuliano, «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos», y me pregunto ¿qué ha pasado?, ¿nos estamos olvidando?… No tengo respuestas a esas preguntas, pero lo que sí se, es que un discurso pesimista, de lo mal que está la fe en el mundo contemporáneo es muy fácil de hacer, y que con total seguridad, si soy fiel en lo poco, si soy capaz de rezar con sinceridad las palabras de Teresita, sin duda ninguna habré conseguido más que con todas las críticas y reproches a la posmodernidad.

Así que en la meditación de hoy, recordando el ejemplo de los que nos precedieron en la fe, los que recorrieron las calles por las que me muevo, los que vivieron en las celdas en las que yo he vivido… pediré ser fiel en lo poco, en lo único que tengo, en la entrega de mi vida, aunque sea en el martirio incruento de la cotidianidad.